EL TIEMPO Y EL HOMBRE MADURO

Un día el hombre maduro vio como el tiempo se posaba sobre su ventana, y aprovechando un despiste se abalanzó sobre él. Antes de que se diera cuenta tenía a ave cronos encerrado en la pequeña jaula de finos barrotes y suelo de latón que antes había sido de su jilguero y ahora parecía estar hecha a su medida.

Aprovechando que el tiempo ni volaba, ni corría; el hombre maduro empezó a llevar una vida desenfrenada, abusando con buen criterio de todos los vicios, placeres y vicisitudes que llamaban a su mente, acoplando las nuevas costumbres a esa acomodada vida urbanita de la que hacía gala. Tal era el ajetreo del caballero, que no reparó en que cada vez el tiempo piaba con menos energía, e incluso se le veía más triste. Esas señales pasaron desapercibidas hasta que una noche cualquiera, mientras el hombre maduro cabalgaba a lomos de la luna, notó una punzada en el pecho, y su corazón se cayó sobre ese suelo de latón, en el que en algún momento había dormido el tiempo que ya no tenía.

Comentarios

  1. Es muy bonita la metáfora que encierra tu micro. Me ha encantado.
    Besicos muchos.

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    1. Supongo que en ocasiones así es la vida. Cuestión de inconformismos: el joven quiere ser viejo y el viejo...

      Me alegra que te haya gustado.

      Una perta gorda.

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  2. Precioso este relato breve sobre la madurez y la juventud. La jaula como recurso metáforico de todo lo que se escapa y es inasible: nuestro tiempo, la juventud, aquella mirada de curiosidad que tanta nos gustaba.... Me gusta mucho como lo has contado y me alegro de haberme pasado por aquí.

    Un abrazo para tí.

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    1. Gracias Laura. Es todo un placer tenerte por aquí. Ya sabes, esta es tu casa, aunque no acudas mucho, pues ya sabes como vuela la juventud.

      Una perta gorda.

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