UNO MÁS


Brazos estirados, manos abiertas, buscando en el cielo una respuesta, mientras se agitaban, como un aplauso mudo, aprobando la propuesta que algún compañero acababa de hacer. No respaldaba todas, pues para eso era una democracia real y su opinión contaba. Ya llevaba cinco días bajando a la plaza aunque el movimiento le llevara un par de ellos de ventaja. En medio de la multitud, observando, sin quitar ojo a todos los detalles, pendiente de cualquier acontecimiento, se sentía uno más. Muchos de los presentes no habían tenido todavía su primer trabajo y otros tantos estaban en la actualidad sin empleo, pero a él también le sobraban los motivos. No podían tildarle de afortunado, su sueldo se había visto reducido, como el de muchos, y las condiciones laborales iban a peor. Cuando alguien alertaba de la presencia de medios de comunicación trabajando en directo era el primero en gritar consignas antimanipulación. Había tenido tiempo de hacer buenas migas con muchos de los presentes y sus vellos erizados trasmitían la sensación de hermandad que se vivía ante determinados gestos. A las doce, tras ocho horas de reivindicación, se levantó, se despidió de algunos de los compañeros y dio media vuelta. Le hubiera gustado quedarse a acampar, como hacían otros, pero tenía una cita. Contrariado, dio la espalda a Sol y empezó a andar reflexionando, debatiendo aspectos que le enfrentaban con su yo más profundo. Por un instante, estuvo a punto de volver y dar esquinazo a la cita, pero al final no tuvo valor. Tras media hora de paseo, tranquilo, pausado, entró en la comisaría, cabizbajo y serio, e informó de lo acontecido a su superior.

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