DE INFARTO
Todavía recuerda con nitidez su primer San Fermín. Desde que emprendió el viaje a Pamplona estaba nervioso. Y una vez allí, vivió con el corazón en un puño el canto previo al patrón y el fogonazo de salida. Una marea blanca y roja lo cubría todo y la carrera… La carrera pura adrenalina, sobre todo cuando, con los morlacos a escasos centímetros, se cayó bien avanzada Estafeta. La tensión le permitió incorporarse como un resorte y continúo corriendo, lo que restaba hasta la plaza, con el pitón de un Miura rozándole el costado. Sobre el albero consiguió relajarse. Pero eso no había sido nada. Por la tarde tuvo que brear con unos obstinados hombres que se empeñaban en plantarle cara. Finalmente, con toda la plaza puesta en pie, consiguió el indulto.
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