Ahí estaba, a tres centímetros del poderoso alfil, a punto de matar al rey blanco. Todo un honor para cualquier ficha, y mucho mayor teniendo en cuenta mi condición de peón. Era una decisión sencilla, solo tenía que dar un paso firme, y esa noche en la caja todos brindarían en mi nombre… incluso las torres que tenían por costumbre mostrarse distantes. De repente percibí la presión de los dedos índice y pulgar alrededor del cuello. Y con ellos volví a notar esa sensación de desprecio hacia los míos, tan extendida entre cuadrículas. Nunca se nos respetaba, ni en estos instantes cruciales en los que nos convertíamos en imprescindibles soldados de largo sable.
Ji,ji...si Edison levantara la cabeza, estaría orgulloso de que en este mundo microbloggiano se le nombre aunque sea en formato ficción.
ResponderEliminarEdison, creo que fue un tipo un pelín amargado y que a pesar de todos sus inventos y de su pertinaz búsqueda, no vivió planamente convencido de su felicidad. Eso creo.
Besitos (seguro que mi comentario le daaría que pensar)