CAPERUCITA ROJA, UN LOBO LADINO Y EL IRACUNDO PERTINAZ

Caperucita Roja, como todos los días guardó en la cestita: miel, huevos, rosquillas y leche. Tras ello emprendió el camino canturreando y saltando por el estrecho sendero que separaba su casa de la de su abuela. El lobo, sabedor del desenlace, eludió salir al encuentro y, por ello, el final fue más feliz de lo habitual, salvo para los árboles del bosque que sufrieron la ira de un leñador frustrado.

Comentarios

  1. Reescribir los cuentos o los mitos o las leyendas, nos proporcionan ese "hacer" en el que no hay que explicar todo al lector porque ya lo sabe.

    Y como en este caso, te permite variar el sentido final y dejarnos un bosque pelao por la ira de un leñador muy cabreado. Jajajá... ¡buen final para un clásico de toda la vida! y excelente en tu forma de narrarlo brevemente.

    Un abrazo para tu lobo feroz y para tí también. Besos.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias Laura.

      Lo cierto es que los cuentos siempre son un buen refugio para entrar en calor y escribir algo. Con ese alarde métrico tan cuadriculado y falto de desorden.

      Lo pondría incluso como terapia. Si te encuentras mal, crees que todo está demasiado organizado: "Deshaz un clásico".

      Me alegra que te haya gustado.

      Una perta gorda.

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