EL EURO, EL VIOLINISTA Y EL TRANSEUNTE

La moneda salió del bolsillo del pantalón prieto, vaquero de un desconocido. Desde el dedo gordo de este transeúnte, trampolín del gesto, de lo diminuto, se elevó varios centímetros y en el aire, tras un carpado, trazó cinco mortales y dos tirabuzones antes de caer sobre el tapiz. La recepción no fue limpia, entró en contacto con la felpa y dio tres botes para luego, de canto describir una circunferencia rodeando las cinco monedas que le habían precedido dentro de la protegida funda del violín. Finalmente fue cruz. El hombre, que sostenía el instrumento, miró al joven, con cara extrañada, casi amarga, frunciendo el ceño y torciendo los labios. Debió de pensar para sí mismo “hay urbanitas gilipollas”, pero esa impronta fruto de un microsegundo, no le impidió quedarse con el botín, pues él, hijo de marinero, sabía que “todo o que cae na rede e peixe”. Luego observó la funda, con las seis monedas sembradas en la superficie y deseó que crecieran pero, como supo que eso era una quimera, decidió tocar, no fuera a ser que ante su inactividad volviera a recibir una limosna de otro gilipollas.

Comentarios

  1. Pero era un violinista callejero no?, a diario veo algunos en el metro, y también en la calle.
    Divertido relato.
    Saludos.

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    Respuestas
    1. La verdad es que me vino dado. La única aportación personal ha sido el pensamiento del músico, lo demás lo radiografiaron mis ojos.

      Un perta.

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