SIEMPRE HAY UN ROTO
El hombre, natural de Pamplona, acostumbraba a vestir como un señorito, siempre de traje y chaqueta, con ropa tan cara como estirada. Era una completa impostura, pues su familia, de posibles en el pasado, había perdido todo su patrimonio en inversiones arriesgadas. Está máscara, dada la inercia de su pose, no se la quitaba en público. Eso sí, nada más entrar en el caserío que todavía conservaban, abandonaba su fina estampa: colgaba el cuerpo de espalda ancha y hombros altivos, con cejas inquisidoras y se calzaba el pantalón vaquero roto por la entrepierna, y la camisa descosida a la altura del sobaco. Ni que decir tiene, que con dichas prendas se encorvaba la espalda y fruncía el ceño, encogiendo las cansadas cejas. De esta forma, no desgastaba ni el traje ni la percha.
Esa estrategia que leemos en El Buscón es propia de gente venida a menos que no quiere reconocerlo.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Supongo que de eso bastante hay, y de lo contrario, la gente que sin tener posibles quiere aparentar... España país de contrastes.
EliminarUna perta.
Interesante el personaje, tenía sentido común y de ahorro...
ResponderEliminarSaludos.
No sé que sentido tenía, pero sí todo lo que había perdido.
EliminarUna perta.