Apoyo el dedo índice sobre la barriga del interruptor. Pulso. Miro al fluorescente de la cocina. No da señales de vida. Es una luz de encendido pausado, intermitente, pero si no arranca a la primera no se enciende. Me duele la cabeza. Suele pasarme los días de lluvia. Padezco jaquecas. Miro al techo. Pienso que se habrá fundido. A veces sucede. Doy tres pasos hacia atrás, dirección al pasillo. Estiro la mano, y aprieto el interruptor. Es una luz dura, de encendido inmediato. Permanece ausente, en silencio, sin llama. A falta de respuestas se encienden las alarmas. Recorre mi espalda un escalofrío que termina en la nuca. Llueve copiosamente fuera y a mi cabeza llegan imágenes del pasado.
¡Qué calladito te lo tenías!, nada menos que 2º seleccionado. ¡Enhorabuena!. Es una buena historia para un hombre cuyos pies ...vuelan.
ResponderEliminarBesos.
Lo de no darle propaganda era para ocultar la enorme riqueza vinculado a ese premio hasta encontrar un paradero seguro en el que poder escribir sin temer secuestros u otros males.
EliminarMuchas gracias Laura, desde este escondido rincón.
Una perta.
Tiene su punto de humor... negro. Me gusta.
ResponderEliminarY estas selecciones son una palmadita en la espalda bien recibida, ayudan a seguir.
Besitos
Bienvenida a esta tu casa Elysa. Me alegra que te haya gustado, y la verdad es que aunque la etiqueta pueda resultar un poco espumosa (soberbia), siempre es un estímulo que personas ajenas a tus afectos aprecien la calidad de tus textos. Aunque en muchos casos es una lotería.
ResponderEliminarUna perta.